No conocimos Venecia, Londres, París
ni siquiera Viena o Roma.
No pude ver las Playas de Corfú ni los trenes de Praga.
No pude sentir el calor de las jaimas
ni el Mediterráneo en Chaouen.
Nos hartamos de la misma carretera
y del mismo sitio indeseado
(o al menos eso creía
o éramos el coche y yo).
No conociste las estrellas que te enseñé
ni las mariposas que adiestré.
Ni siquiera oíste la arena de mi corazón.
No conocimos Granada, Córdoba, Barcelona
ni siquiera Santiago o Salamanca.
No pude ver morir el sol en Finisterre.
No pude oler naranjos
ni coleccionar flores de azahar.
Nos hartamos del mismo fin de semana
y de la misma monotonía
(o al menos eso creía
o eramos...
no, ya sólo era yo).
No conociste los ojos que te miraban
ni la tráquea que alojó lo más íntimo.
Ni siquiera a este, que un tiempo, te amó.
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